martes, 17 de agosto de 2010

Deportistas de élite

España nunca ha sido cuna de deportistas de élite, tomados como tales a todas aquellas personas que son capaces de además de vivir profesionalmente de ello, tomar parte en competiciones internacionales y obtener medalla o al menos buenos resultados.


Siempre existieron excepciones como Bahamontes en ciclismo, Uzcudun en boxeo, Miguel de la Quadra Salcedo en lanzamiento de jabalina-llegó a obtener el récord mundial, pero invalidaron su forma de lanzar-, Jordi Llopart en marcha, y unos cuantos más que gracias a sus excepcionales condiciones y a un espíritu de superación fuera de lo común llegaron a lo más alto.


Pero no fue hasta la llegada de las olimpiadas en Barcelona, previa apuesta en forma de dinero para la creación del centro de alto rendimiento de Sant Cugat, el plan ADO para becas en el deporte, en las que España llegó a la increíble cantidad de 22 medallas quedando en sexto lugar, por delante de países como Francia y Reino Unido.


Hoy en día los deportistas españoles son tenidos en cuenta a la hora de hacer todo tipo de quinielas, tanto en fútbol, baloncesto, ciclismo, triathlon, hockey, atletismo, motociclismo....


¿Cómo es posible que en tan sólo dos generaciones se haya llegado a esto? La respuesta es: dinero. Ahora un deportista de élite entrena con unos medios y unas condiciones impensables hace tan sólo treinta años.


E inevitablemente surge otra pregunta: ¿quiénes fueron mejores, los deportistas de antes o los de ahora?........




Hace cincuenta años en España no había nada. Nada. Muy poca gente hacía deporte: era cosa de ricos. El país había firmado hacía muy poco la instalación de bases militares USA a cambio de dólares estadounidenses, que iban a sacar a España de la quiebra total, de la autarquía a la que se vio obligada tras la victoria aliada en la segunda guerra mundial. Y en ese contexto realizar una actividad física que no fuese trabajo productivo era ciencia ficción para el común de los mortales. Las jornadas de trabajo eran de sol a sol, o sea y para entendernos, desde que amanecía (se iba a trabajar a los campos de noche, a varios kilómetros a pie) hasta que anochecía (se volvía a casa con las últimas luces del día), lo que hace jornadas de trabajo de catorce horas diarias en verano. A esto había que añadir la falta de calefacción en invierno, soportando temperaturas bajo cero en las habitaciones donde se dormía, malnutrición, total ausencia de cualquier medicamento pues directamente no se podían comprar más que al estraperlo o no se habían inventado todavía, y un sinfín de comodidades que sólo unos pocos, gracias a una selección natural durísima, no solo sobrevivieron sino que despuntaron con unas cualidades físicas excepcionales.


Desconozco si los deportistas que he enumerado antes padecieron esto, pero os garantizo que un organismo capaz de soportar todo eso sin más ayuda que su genética superior, resultado directo de la selección natural, hubiese arrasado en cualquier disciplina con los medios de hoy día.

Porque la selección natural es la prueba física de fondo más dura que se pueda imaginar. Enfermedades naturales y banales hoy día, que se curan con tan sólo acercarse a una farmacia, eran asesinos tales que Terminator era un niño de escuela a su lado. Una cesárea, una apendicitis, una infección por una herida mal curada, significaba la muerte. Y los que morían no se reproducían, por lo que la siguiente generación era más fuerte, era la perpetuación de los genéticamente dotados, de los que no desarrollaban enfermedades ni malformaciones. Eran simplemente superiores. Hablando en plata, eran duros de cojones, auténticos supervivientes.
Y cualquiera de éstos señores y señoras, con los medios de hoy día, serían unos deportistas que dejarían pequeñas a auténticas estrellas, nacidas al abrigo de la sociedad actual en la que todo el mundo nace en un hospital, con incubadoras si es necesario, con vacunaciones periódicas, con control sanitario, con asistencia médica vitalicia, con tres comidas calientes al día, con calefacción, nutrición adecuada, cultura accesible y un sinfín de cosas que simplemente nuestros abuelos no pudieron ni soñar. Como el hacer deporte.

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